martes, 10 de marzo de 2009

Sufrimiento reparador

Me resulta angustioso comprobar la desigualdad que hay entre lo bueno y lo malo en cuanto a calibre, frecuencia, y calidad de sus manifestaciones.

Muchas veces lo bueno es ficticio, o por lo menos está exageradamente adornado o edulcorado.
Y lo malo, es tan real y tangible, que hace que aborrezca el tacto y el raciocinio.

Tengo la sensación de que uno de los placeres mas grandes es el de desear.
Y a menudo, cuando obtengo lo deseado, pierde rápidamente el interés inicial.
Quizás porque el deseo era exagerado, o porque lo deseado, en mi mente era mucho mas dulce o hermoso.
Eso, en realidad no es lo que me molesta...
Si he exagerado deseando, y el deseo es placer, casi es mejor no llegar a poseer.
Si mi deseo enturbia la realidad y magnifico lo deseado, puede resultar muy excitante la espera o el proceso hasta conseguirlo.
Me refiero a cuando lo que deseo es algo bueno, que no siempre es así.

También me puede ocurrir algo bueno sin haberlo deseado, aunque con una frecuencia estadísticamente insignificante.
En estos casos, sin querer quitarle importancia a lo bueno, me parece que su duración es demasiado corta, o simplemente la sombra del mal padecido anteriormente le quita brillo. Ya que en este ir y venir de lo bueno a lo malo, cuando aparece un nuevo acontecimiento, si es bueno no elimina el mal anterior haciendo borrón y cuenta nueva. Puede mitigar, frenar, ayudar a olvidar… pero depende de la intensidad de lo malo acontecido.
Sin embargo si el nuevo acontecimiento es malo, normalmente acapara el presente y elimina lo bueno, relegándolo a un puesto tan bajo que casi es como si no hubiera ocurrido. Limpiando el escenario de cualquier resquicio de buenas sensaciones.
Como si lo normal fuera el sufrimiento, y el placer fuera una especie de aliento esporádico en la cantidad estrictamente necesaria, para que no abandonemos la montaña rusa.

Pero cuando me ocurre algo malo, si es algo de lo que ya tenía noción, compruebo que me había quedado bastante corto calibrándolo en mi imaginación.
Y si es algún mal del que no tenia muchos datos, me produce una desestabilizadora angustia, comprobar el calibre de los males con los que convivo sin saber siquiera de su existencia, ni cuantos más habrá de esas dimensiones.

En este tema, el destino, la realidad, los dioses, el orden universal, o como se le quiera llamar, no ahorran en recursos ni escatiman medios. El mal, es generoso, caudaloso, cercano, accesible, gratis, inevitable y cíclico.

Un buen problema emocional puede hacer que parezca ridículo, el mas ambicioso de los deseos.
Un corazón roto, puede producir un dolor tan intenso, que podríamos intentar no dejarle cicatrizar por miedo a afrontar otra situación similar, si echa a andar de nuevo.
De la misma forma que exageramos las virtudes de algo deseado, nunca exageramos lo suficiente la crudeza del dolor. De forma que cuando éste se presenta, es como un bombazo que desaloja ese segundo del presente que dura toda la vida.

Si todo en el universo esta en equilibrio, esto también debería estarlo.
Quizás lo está, y no lo aprecio por mi escala de valores viciada por la influencia de realidades artificiales.
Igual el desequilibrio entre lo bueno y lo malo es solo mío y tendría que obligarme a trasladar el punto neutro entre bueno y malo a otro nivel.

Si es así, tendré que ir pensando en un sistema o una terapia, para quitarle un poco de importancia a lo bueno, y empezar a disfrutar un poco más del mal...