martes, 10 de marzo de 2009

Sufrimiento reparador

Me resulta angustioso comprobar la desigualdad que hay entre lo bueno y lo malo en cuanto a calibre, frecuencia, y calidad de sus manifestaciones.

Muchas veces lo bueno es ficticio, o por lo menos está exageradamente adornado o edulcorado.
Y lo malo, es tan real y tangible, que hace que aborrezca el tacto y el raciocinio.

Tengo la sensación de que uno de los placeres mas grandes es el de desear.
Y a menudo, cuando obtengo lo deseado, pierde rápidamente el interés inicial.
Quizás porque el deseo era exagerado, o porque lo deseado, en mi mente era mucho mas dulce o hermoso.
Eso, en realidad no es lo que me molesta...
Si he exagerado deseando, y el deseo es placer, casi es mejor no llegar a poseer.
Si mi deseo enturbia la realidad y magnifico lo deseado, puede resultar muy excitante la espera o el proceso hasta conseguirlo.
Me refiero a cuando lo que deseo es algo bueno, que no siempre es así.

También me puede ocurrir algo bueno sin haberlo deseado, aunque con una frecuencia estadísticamente insignificante.
En estos casos, sin querer quitarle importancia a lo bueno, me parece que su duración es demasiado corta, o simplemente la sombra del mal padecido anteriormente le quita brillo. Ya que en este ir y venir de lo bueno a lo malo, cuando aparece un nuevo acontecimiento, si es bueno no elimina el mal anterior haciendo borrón y cuenta nueva. Puede mitigar, frenar, ayudar a olvidar… pero depende de la intensidad de lo malo acontecido.
Sin embargo si el nuevo acontecimiento es malo, normalmente acapara el presente y elimina lo bueno, relegándolo a un puesto tan bajo que casi es como si no hubiera ocurrido. Limpiando el escenario de cualquier resquicio de buenas sensaciones.
Como si lo normal fuera el sufrimiento, y el placer fuera una especie de aliento esporádico en la cantidad estrictamente necesaria, para que no abandonemos la montaña rusa.

Pero cuando me ocurre algo malo, si es algo de lo que ya tenía noción, compruebo que me había quedado bastante corto calibrándolo en mi imaginación.
Y si es algún mal del que no tenia muchos datos, me produce una desestabilizadora angustia, comprobar el calibre de los males con los que convivo sin saber siquiera de su existencia, ni cuantos más habrá de esas dimensiones.

En este tema, el destino, la realidad, los dioses, el orden universal, o como se le quiera llamar, no ahorran en recursos ni escatiman medios. El mal, es generoso, caudaloso, cercano, accesible, gratis, inevitable y cíclico.

Un buen problema emocional puede hacer que parezca ridículo, el mas ambicioso de los deseos.
Un corazón roto, puede producir un dolor tan intenso, que podríamos intentar no dejarle cicatrizar por miedo a afrontar otra situación similar, si echa a andar de nuevo.
De la misma forma que exageramos las virtudes de algo deseado, nunca exageramos lo suficiente la crudeza del dolor. De forma que cuando éste se presenta, es como un bombazo que desaloja ese segundo del presente que dura toda la vida.

Si todo en el universo esta en equilibrio, esto también debería estarlo.
Quizás lo está, y no lo aprecio por mi escala de valores viciada por la influencia de realidades artificiales.
Igual el desequilibrio entre lo bueno y lo malo es solo mío y tendría que obligarme a trasladar el punto neutro entre bueno y malo a otro nivel.

Si es así, tendré que ir pensando en un sistema o una terapia, para quitarle un poco de importancia a lo bueno, y empezar a disfrutar un poco más del mal...


domingo, 13 de abril de 2008

Noche oscura del alma

Atribuir la “inteligencia” humana a la obra de dios, me parece una prueba evidente de que dios no existe.
A no ser que se trate de un dios mezquino, malvado o simplemente un chapuzas.
O que nos odiara antes de crearnos, lo que sería más absurdo que la santísima trinidad.
Un ser capaz de crear un universo tan bonito, hubiera hecho algo más apañadito con la inteligencia humana.
Por eso creo que tampoco fue él quien lo creó.

Si no alcanzamos a comprender por qué había carbono, silicio, hidrógeno, etc.,en un fragmento o trozo de metralla hirviendo que viajaba por el espacio y en otros no, tampoco es cuestión de pensar en un ser omnipotente.
Podemos seguir pensando un poco más.
Poco a poco hemos descubierto bastantes cosas de nosotros mismos creo yo...

No me parece prueba suficiente para demostrar la existencia de dios, las cosas de las que no tenemos explicación.
Son demasiadas.
Y además no sería serio que de repente un descubrimiento científico sorprendente, mande al traste la razón de ser de dios.
Con lo que se ha sudado y sufrido haciendo iglesias y catedrales, sería una broma pesada.

El humano desde que lo es, incluso un poco antes, ha tenido miedo a la muerte.
Igual es el instinto de supervivencia unido a esa inteligencia de la que presumen tanto...
El caso es que una forma de mitigar ese miedo, es pensar que la muerte no es el fin, sino más bien un punto y aparte. Y si encima lo que viene después es mejor (cielos paraísos, etc.) vamos, ni Steven Spielberg y Julio Verne juntos lo hubieran pensado mejor.

Por otro lado, es eficaz para tener a las masas controladas.
Cuanta más gente se sienta vigilada por un dios que está en todas partes, mejor. Y si creen que aun sin haber sabido nada de él en esta vida, le tendrán que rendir cuentas en otra, mucho mejor.

Aún así no es suficiente. Con todas las religiones que hay, con todos sus dioses vigilantes, el humano sigue matándose por las calles.
No solo en grandes guerras entre sociedades enteras. En el seno de un pueblo pequeño o un barrio donde se conocen todos, sigue habiendo navajazos, martillazos, violaciones, bofetadas y hasta insultos...

Igual si dios castigase a los hombres en esta vida, clara y visiblemente, cambiaría algo. Pero claro, a los que castigan guiados por la mano de dios, se les ve el plumero desde lejos. Seguro que os viene a la cabeza algún caso.

Así pues, me gustaría hablar de la importancia o la necesidad de que exista dios.
Por supuesto, es mi opinión y lo digo con todo el respeto hacia los lectores de este blog, y con el mínimo o ningún respeto hacia las distintas religiones.
Algunas son sectas directamente, otras son excesivamente represoras, desde otras se me ha faltado al respeto gravemente. En cualquier caso desde el respeto a las personas que han caído o conviven con ellas, a mi no me merecen el mas mínimo respeto.

Uno de los factores importantes, o chantajes emocionales que me han intentado transmitir para que crea en dios, es el divino y preciado don de la vida, del cual disfruto desde que nací. Otro es el paraíso que me tienen preparado en otra vida.
Sin embargo por mi experiencia vital he llegado a unas percepciones muy distintas de las que me intentaron trasmitir.

Primero, la vida no me parece un preciado don, sino una maldita desgracia. Mejor dicho, una maldita cadena de desgracias, en la que de vez en cuando hay un eslabón más o menos agradable.
Por lo tanto, si la vida se la debiera a un dios, y ese dios me escuchara, le diría que repudio la vida. Que no le debo nada, yo no la pedí y que está a su entera disposición para cuando tenga a bien llevársela y metérsela por su divino culo.

En segundo lugar, entiendo que si existiera dios, no tuvo oportunidad de preguntarme si quería vivir o no. Además yo tampoco hubiera sabido contestar al no haberlo probado.
Pero ahora sí estoy en situación de decirle que si de verdad existe un Cielo, o como se le quiera llamar, para disfrutar eternamente después de esta vida, que no cuente conmigo.
Ya he tenido más que suficiente.
No me apetece ni probar otras preciadas vidas y mucho menos si van a ser eternas.

Mirando hacia atrás en mi vida, por supuesto que encuentro recuerdos y sensaciones de bienestar. Muchos simplemente se deben a la ausencia de dolor.
Pero si sigo echando hacia atrás, hay un periodo con ausencia de dolor, ausencia en general y se podría decir que eterno... me refiero a antes de nacer.

Cuando me muera, me gustaría alcanzar de nuevo ese estado. Sin juicios finales, ni segundas oportunidades.

Ya que “pienso luego existo”, puedo hacer muchas cosas, pero sinceramente, el simple hecho de existir, no me parece interesante.

Y desde luego, si por los avatares en el transcurrir de esas vidas puedo acabar condenado eternamente en el infierno... por favor, que me quite la vida cuanto antes, ahora que todavía no he hecho nada grave, y que me deje disfrutar de la inocua inexistencia.


domingo, 2 de marzo de 2008

Maldita inteligencia

Hace tiempo conocí a un perrito, que un mal día, un grupo de animales de la especie humana, ataron a un árbol cercano a mi casa.
Era pequeño, no tendría más de un año, y al pasar cerca de él, siempre estaba en la misma postura siguiéndome con la mirada. Una mirada triste y deprimida que parecía estar pidiendo perdón por haber hecho algo malo, para sorpresa de él mismo.

Era como el niño pequeño que no comprende qué es lo que ha podido hacer mal, pero que el hecho de estar castigado le hace sospechar que puede que lo merezca, cuando así lo han decidido los mayores o en este caso los inteligentes.

Pasaba el tiempo y veía que el perrito, al que empece a llamar Pipo, seguía ahí atado a un árbol sin nada donde guarecerse y con unos trozos de pan duro, como único componente de su intermitente dieta.
Aunque me costó, acabé comprendiendo por qué le estaban haciendo eso.
Pipo para sus captores, no era más que una simple herramienta. Una cosa que ladra si se acerca alguien, espantando así a los posibles agresores de otros animales que tienen metidos en cajas para comérselos, o sacarles la leche, huevos, miel, o cualquier otra cosa susceptible de ser parasitada.
Además no usa pilas ni gasolina, no hay que comprarlo en industrias químicas, no daña a los especímenes humanos (si no es necesario), y encima, se auto reproduce. ¡¡Es genial !!
Eso si, hay que echarle pan de vez en cuando.

Un día cayó una repentina nevada y se cubrió todo con un palmo de nieve. Me vino Pipo a la cabeza y recordé que no tenía caseta ni nada por el estilo. Me preparé para salir a la nieve y fui a verle.
Cuando llegué, presencié un espectáculo de los que dejan marca para siempre en el cerebro.
El día era bastante frío y oscuro. Pipo, como era de esperar, estaba donde siempre, atado a su árbol que oscurecía aun más su entorno.
Estaba totalmente empapado y tiritando de frío con el rabo entre las patas, cabizbajo y con las orejas empapadas, pegadas a la cabeza.
La nieve lo había tapado todo. El barrizal que se formó alrededor del árbol en el radio de su corta cadena, sus heces, las pocas piedras donde se podía apoyar en seco, y los mugrientos cachitos de pan.

Tenía al mismo tiempo, un rápido tiritar en el cuerpo por el frío y un lento y potente temblor en las patas por agotamiento. No se tenía de pié, pero la otra opción era tumbarse sobre la nieve.
Estando tan mojado, moriría de frío en poco tiempo tumbado en la nieve. Él parecía saberlo, pero sus patas no le aguantaban mas tiempo, llevaba muchas horas en esa situación.
Se me puso un nudo en la garganta, se me alteró el pulso, y notaba una extraña sensación que no pude identificar. Notaba que me estaba poniendo mal. Era como una violenta mezcla de rabia, impotencia, y vergüenza. No sabia si romper a llorar o ponerme a gritar para quemar esa adrenalina que notaba como me brotaba a borbotones.

Cada minuto que pasaba era un infierno para Pipo, y yo estaba paralizado por la congoja.
Me acerqué con intención de cogerlo, pero vi que a él le daba miedo y se intentaba parapetar entre los tallos de unos arbustos.
Eché a correr hacia mi casa como nunca antes había corrido. Era como si necesitara abrir al máximo todas mis válvulas y poner mi cuerpo al máximo rendimiento para desatascar el tremendo bloqueo que me atrapaba.
Cuando llegue preparé apresuradamente algo para comer, para hacerle entender mis intenciones y tranquilizarle.
Volví con la comida, pero hasta que no me alejé bastante, no se acerco a ella.
Cuando se la comió toda, cosa que hizo en breves segundos, me acerque mostrándole un poco más de comida en la mano. Finalmente me dejo acercarme y tocarle. En ese momento le desaté la maldita y roñosa cadena del cuello, lo cogí en brazos y me lo llevé.

Yo nunca he tenido animales, y no sabía muy bien como manejarme con él. Pensé que lo más urgente era hacerle entrar en calor, y empece por secarlo con una toalla.
Era increíble. Siempre lo había visto de lejos, pero ahora teniéndolo en mi casa entre mis brazos, se apreciaba la magnitud del sufrimiento vivido.
Estaba rebozado en barro, tenia el pelo todo lleno de nudos imposibles de soltar, en su cuerpo habitaban todo tipo de parásitos, tenía algunas garrapatas y pulgas a montones, también algunas heridas de tanto rascarse y zonas sin pelo debido a su lucha con la cadena.
Todo eso a primera vista, pero mirándole a los ojos se apreciaba el mas doloroso de sus males, que era el trato recibido.

Mientras le secaba y apretaba contra mi cuerpo para trasmitirle calor, notaba su potente temblor, y me abordaban unos tremendos sentimientos de culpabilidad.
Necesitaba de alguna manera que ese animalito con cara de no saber que está pasando, me perdonara por haber permitido que llegue a esa situación.
Situación en la que no había caído él solo, sino que unos animales de mi especie le habían forzado a vivir.

El problema no es que Pipo no sabía hablar con los humanos para avisar de su mala situación. Él se expresa a su manera. El problema es que los inteligentes humanos no prestábamos atención a sus mensajes y que algunos aunque hubieran captado claramente la opinión de Pipo, ni se les hubiera pasado por la mente tenerle en consideración.

Así que cuando empezó a calmar su temblor le dije:

Pipo, perdona por no haber hecho caso a tus miradas, sé que es una excusa pobre pero ha habido un problema de comunicación.
A partir de ahora, intentaré entenderte y seré tu interlocutor con los demás humanos.
No creas que yo me entiendo muy bien con ellos, pero les dejaré claro que el que quiera tratar contigo primero tiene que hablar conmigo.


Después de cortarle el pelo para quitarle los nudos, bañarlo y desparasitarlo por dentro y por fuera, empezamos una terapia de comida rica y largos paseos por el monte.

No fue mucho tiempo pero el suficiente para conocerle bien.
Lo primero que descubrí cuando le quite las greñas y lo lavé a fondo fue que Pipo era hembra. Pero como era tan lista y reconoció tan rápido que Pipo era ella, le seguí llamando así.
Poco a poco le fue cambiando la mirada, y empezó a levantar las orejas y a mover la cola.
Nunca se me había ocurrido que me haría amigo de un animal de otra especie, y la verdad es que fue una experiencia única.
Las horas que pasamos juntos sentados en la hierba mirando el paisaje fueron especiales.
A veces me empujaba la mano con el hocico para que le acaricie. Otras veces me miraba y de repente me daba un lametón. Le gustaba sentarse a mi lado con la cabecita sobre mi pierna.
Sin entrar a calibrar su inteligencia, y comprobar si puede aprender cosas o no, lo que notaba con claridad es que ese animalito me estaba dando cariño...
Se veía claramente cuando estaba contenta, entusiasmada, o a gusto. Eso era casi todo el tiempo.
No necesitaba mucho para estar contenta, solo tener comida, andar libre investigando las cosas que hay por el monte, y a veces mi compañía.

Este animal, sin problemas añadidos, era feliz.
La felicidad es lo que busca el humano día a día. Es la meta a perseguir, el fin supremo.
Si Pipo con su inteligencia y sus facultades, conseguía la felicidad tan fácilmente, y a los humanos les cuesta tanto y cuando la consiguen a veces son efímeras rachas, ¿cuál de las dos inteligencias se puede considerar realmente un don?
Los humanos tienen muchísima más capacidad para manipular materiales y para comunicarse y trasmitirse datos, pero ¿son por eso una especie superior?
Entre dos especies, ¿cual es superior? ¿La que más artefactos fabrica, la que más artificialmente realiza sus funciones vitales, o la que consigue vivir en armonía con su entorno y con felicidad y tranquilidad en la mayor parte de su tiempo de vida?

¿Por qué les hacemos esto a los animales? Parece que la inteligencia humana no da de sí como para vivir sin producir dolor gratuito a otros animales. O no da de sí para distinguir un animal de otra especie, de una herramienta de trabajo.
Esa inteligencia que tan superior hace al ser humano respecto al resto de los animales, ¿es en realidad una virtud, o una simple aberración evolutiva?

La ventaja de una mayor inteligencia debería ser, el aporte de seguridad producido por un mayor conocimiento del por qué de las cosas, y una mayor comprensión de los acontecimientos que nos afectan.
Pero en lugar de esto, más bien parece ser una fiera insaciable a la que hay que alimentar constantemente con conocimientos y emociones de los que somos adictos.
Y si no estamos constantemente abasteciendo nuestra inteligencia, puede aparecer el aburrimiento, el tedio, el hastío. Con tal de acabar con él, somos capaces de invertir todos nuestros recursos, hacer sufrir y utilizar a otros animales de cualquier especie, incluida la humana.

También parece que cuanto más fuertes sean las emociones que ofrecemos a la fiera, mas alto queda el listón para las siguientes. Teniendo que recurrir en muchas ocasiones a sensaciones falsas, para lo cual disponemos de un buen número de sustancias tanto naturales como químicas, que engañan a la fiera removiendo los sentidos y los recuerdos haciendo un cóctel a su libre albedrío.

Para las demás especies animales, es una desgracia, esa inteligencia de la que el humano es esclavo.

Pipo, jamas hubiera podido resolver un sudoku, pero mientras yo perdía el tiempo con uno, ella sencillamente estaba ahí. Totalmente ajena al aburrimiento, con la cabecita alta y el hocico en dirección al viento. Captando los distintos mensajes que venían con la suave brisa que movía sus bigotitos. Oyendo a otros animales que aunque nos rodeaban, para mi no existían. Decidiendo a donde va a ir a investigar en cuanto deje de acariciarle.

Dios... qué suerte.


Confío en que su inteligencia alcanzara para comprender que yo también le quise...

lunes, 4 de febrero de 2008

Las huellas del camino

Entre los pliegues de mis ásperas vestimentas, llevo conmigo todo tipo de partículas y esencias de los caminos que llevo recorridos.
Algunos restos de polen, rastro de ciertas primaveras, me hacen recordar lo intenso que fue adentrarme por primera vez por senderos desconocidos.

Por algunos iba casi corriendo, imaginando las maravillas que me aguardaban al final, a juzgar por lo bello del trayecto. Sin reparar en que más maravilloso que la meta, era el propio camino. Y sin saber que por muchos de esos caminos ya no volvería a pasar jamás.

A veces, el aroma de mi capa, me incita a volver por ciertos caminos. Pero muchos de ellos se han borrado, otros han sido modificados y ya no conducen al mismo sitio.

Una vez me propuse viajar por un antiguo camino que imaginaba que estaría intacto, al ser muy grande y concurrido.
Como todos los viajes, fue único, pero esta vez presté más atención a detalles que aunque no recordaba, supongo que siempre estuvieron allí.
La verdad es que no estuvo mal, pero fue tan distinto que parecía que era la primera vez que pasaba por ahí.

Inevitablemente, en mi capa también hay salpicaduras de sucios lodos de ciertos caminos cenagosos.
Algunos de ellos, partían de verdes praderas y poco a poco iban apareciendo charcos para acabar en un barrizal interminable.
Otros eran una mezcla de zonas soleadas con hierba fresca, interrumpidas de vez en cuando por pestilentes lodazales.
Otros eran desde el principio, sombríos barrizales llenos de resbaladizas piedras.
Estos últimos suponían un reto para mí, por lo cual me adentraba en ellos con bastante frecuencia. Muchas veces de noche y solo.

Normalmente cuando lo peligroso o desagradable del camino me hacía plantearme la opción de dar la vuelta, ya estaba a más de la mitad del camino. O por lo menos eso creía yo. Luego he sabido que algunos de esos caminos no tienen fin.

Un buen día hace ya varios años, estuve a punto de limpiar mi capa, por lo menos las manchas de lodo. Creo que habría sido un error.
Si pudiéramos eliminar recuerdos y con ellos el efecto que nos produjeron ciertas vivencias, cambiaríamos nuestro criterio, nuestra escala de valores, un poco nuestra esencia…

Creo que el aroma de mi capa es la combinación de los distintos lodos, polvos, vientos y lluvias que la han impregnado durante mi viaje por los distintos caminos. También creo que su aroma es único porque es mi capa, y de la misma forma que todas las capas que existan, ninguna ha ido exactamente por los mismos caminos, en el mismo orden y el mismo tiempo de estancia en cada camino.

En otra ocasión pense en guardar mi capa, para que no siga cambiando de aroma impregnándose de nuevas sustancias y preservar así el aroma de ese momento que me relajaba bastante.
Pero no funciona así. La capa necesita aire fresco constante. Humedecerse y secarse intermitentemente. El calor de mi cuerpo y el contraste con la intemperie.
Esto lo aprendí cuando conocí casos de gentes que guardaron sus capas una larga temporada, por distintos motivos. Muchas veces por decisión ajena.
Sus aromas se tornaron rancios. Se apagaron los tonos dulces, cálidos, florales y se instaló un olor a humedad que no desaparecía ni paseando por los más exuberantes jardines.

Por eso creo que hay que aceptar los cambios y matices constantes de nuestro aroma, por mucho que nos agrade un aroma del pasado.
Supongo que el truco está en conocer muchos caminos, para frecuentar unos y evitar otros componiendo lo más parecido a nuestra idea de aroma preferido.

Algunos caminos no son agradables pero conviene por lo menos saber donde están.
Otros requieren gran esfuerzo, pero a menudo ese esfuerzo se ve recompensado con creces por el panorama y los aromas del lugar.

A la hora de elegir nuevos caminos, conviene saber, que de la misma forma que nosotros vamos dejando huellas en los caminos al pasar, los caminos dejan huellas en nosotros.
La diferencia es que las huellas que nosotros dejamos, las borra un chaparrón.
Pero las que dejan los caminos en nosotros, pueden durar toda una vida...


domingo, 13 de enero de 2008

La tentación

Las tentaciones están para caer en ellas.
Solo hay que elegir bien en cual caer.
Entre la amplia gama, creo que es importante tener en cuenta que hay varios niveles.
Algunos poco nocivos, como la tentación de robar.
Si necesitamos robar para comer, más que una tentación se convierte en un deber.

Pero hay otras tentaciones más peligrosas. Como la tentación de hacer algo que precisamente no has hecho acto reflejo, y has titubeado porque sabes perfectamente que no debes.
O por lo menos, que es peligroso o que puedes hacer daño.
Como la tentación de apropiarte de algo que no es tuyo y salir corriendo, por ejemplo, apropiarte de un corazón desorientado.

Estas tentaciones son del nivel que preocupa a Satán y a Dios, tanto si habitan en los infiernos y en los cielos, como si son producto de la imaginación.
El premio por no caer o el castigo por hacerlo, será exactamente el mismo.

No hay mal que por bien no venga, ni bien que algún mal no produzca.

Dependiendo de qué nos apetece creer o quien queramos ser, siempre podremos encontrar una palada de cal para mezclar con la arena, una pequeña bondad para poner en la punta de nuestro gran pecado. Es cuestión de habilidad a la hora de otorgar rangos a los hechos y a las cosas.

Como bien dijo Oscar Wilde:

“La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.”

Aunque más acertado sería decir, dejarte caer o lanzarte a ella.
Una tentación que se pone en tu camino, y que al pasar simplemente “caes” más que una tentación es una anécdota.
Las difíciles (y sabrosas), las que suscitan debate interno, son las que tras valorar los pros y los contras, (a veces sin ahondar demasiado en los contras para que no obstaculice el irrefrenable deseo que tenemos de caer) te llevan a dar ese paso sin retorno, después del cual hagas lo que hagas, habrá una muesca o un digito más en tu contador interno de debilidades.

Ante una tentación, también se pueden tomar otras medidas como cerrar los ojos.
Pero esto solo evitará caer en ellas físicamente y en ese momento, porque independientemente de cómo estén los ojos, se ven perfectamente. Incluso antes de llegar a ellas y después de alejarse…

Se puede uno hacer fuerte ante ellas, y ganar el debate interno. Pero esto requiere estar continuamente alerta.
Además de ser cansado, está el peligro de caer en un descuido.
Ya que al no tener el tema resuelto internamente, una parte tuya quiere caer, y si está muy equilibrada la balanza, cualquier detalle puede hacer que se venga de golpe al lado peligroso (y deseado).
En el caso de la carne, como ejemplo de la mayor de las debilidades, una mirada mantenida, el simple roce intencionado de una mano cercana, un inocente beso que sin el atenuante o la excusa de la despedida, se convierte en culpable, puede desencadenar en tu mente una arrasadora batalla final, en la que triunfe el bando partidario de caer en la tentación.
Aplastando al bando contrario con una rapidez y determinación demoníaca…

Por lo tanto, hay más maneras de esquivar la tentación, pero la única forma de despejarla o hacerla desaparecer, es saber por experiencia propia, qué se siente al incurrir en ese supuesto mal, que no tienes muy claro si lo es y de qué calibre.

A veces restregar un poco el alma contra el pecado, puede servir para aliviar pecados menores o para descubrir ciertos fines, para los cuales merecen la pena ciertos medios.


domingo, 6 de enero de 2008

¿Esquelas o trabajas?

La muerte, es protagonista en infinidad de historias y corren ríos de tinta a su alrededor.
Pero pocas veces se habla de qué es realmente y qué importancia tiene.

He estado pensando mucho sobre la muerte después de ver unas esquelas en el periódico...
Me temo que no soy el único y que hay mucha gente que le da vueltas a este tema.

Hay veces que la muerte se presenta de sopetón, otras veces simplemente... se acerca, y de una manera u otra perturba el transcurrir de la vida. Y después de tanto pensar y no llegar a nada, creo que lo importante no es pensar qué es la vida o la muerte, sino qué tengo que ver con la una o con la otra.

Después de pensar mucho más, lamento decir que sólo he llegado a lo siguiente (debido a mi escasísimo entendimiento):

Situándonos en una franja cronológica (simplemente por reflexionar sobre esto en una zona concreta de la eternidad...), de diez mil años hacia adelante y diez mil años hacia atrás, partiendo de hoy, la muerte pierde importancia, hasta tal punto que se podría decir... que la muerte no existe.

Formábamos parte de la vida mucho antes de nacer, y cuando morimos tras un proceso químico bastante gordo seguimos formando parte de la vida.

Lo único que ha cambiado durante ese periodo de la vida denominada "humana", es que en algún momento de ésta se produce un fenómeno bastante curioso llamado inteligencia (no en todos los casos...) que como todo proceso... culmina.

Por lo tanto creo que lo importante es ser consciente de que te hallas en estos momentos, en ese proceso, y utilizar esa "inteligencia" y disfrutar de ella.

Esto no es tan fácil como puede parecer a primera vista, ya que al estar inmerso en este periodo de la vida, a veces no somos conscientes de una manera clara de que somos una especie de efervescencia de materia viva sobre la capa de un planeta. En el cual nuestra inteligencia individual aparece y desaparece de una manera tan rápida que comparado con el tiempo de vida de este planeta, no es ni un suspiro. Y muchas veces malgastamos el poco tiempo de duración de nuestra efímera inteligencia.

Me produciría un profundo pesar cobrar consciencia de mi inteligencia cuando ésta se encuentra en una etapa bastante avanzada de su duración y no haberla utilizado durante mi "vida" mas que para cumplir unas cuantas funciones vitales y aprender un par de chistes.

Al pensar sobre esto es como si hubiera dimensionado de una manera distinta mi inteligencia y la veo escandalosamente efímera.

Esto también me produce un profundo pesar, por lo tanto no quiero seguir reflexionando sobre esto.

Concluyo:

Cuando por la mañana abres el periódico por la sección de la muerte, esas esquelas ajenas pero premonitoras, cumplen su función. Dependiendo de nuestra mentalidad pueden servir para inducirnos a un auto examen de aprovechamiento de nuestra inteligencia.Tras mi propio examen solo puedo decir, que tengo un profundo pesar y no quiero seguir escribiendo más ya que aborrezco mi conducta.

PD: Siento que haya concluido mi inteligencia sin haber reflexionado sobre la duración de la muerte. ¡Bah!


viernes, 28 de diciembre de 2007

¿Sabes positivamente, qué es lo negativo?

¿En qué momento de mi aprendizaje durante el cual, he formado un criterio para discernir lo bueno de lo malo o lo positivo de lo negativo, le he dado a lo negativo una inconsciente afinidad con el mal?

Cuando recuerde cuándo ocurrió, tendré que estudiar ese momento, y con mi mentalidad actual, volver a poner en tela de juicio la relación entre lo bueno o malo y lo negativo.

Desde ese momento al actual, ha cambiado notablemente mi mentalidad, y de la misma manera, ahora que tengo más capacidad de juicio podré hacer cambios importantes en el veredicto y en la sentencia que di en su día a lo negativo.

Una vez superado este juicio, y partiendo de cero con lo negativo y lo positivo en mayor equilibrio, paso al siguiente análisis:

En una supuesta situación neutra, con sus lógicos ciclos y órbitas que se acercan a lo negativo y a lo positivo intermitentemente, en estos estados de acercamiento estacional hacia uno de los extremos (negativo o positivo) seguro que algún tipo de cambio notaría en mi esencia. Y si me detengo a valorar cuales de estos cambios son positivos y negativos, podría caer en la tentación de intervenir en esas órbitas, para estar más tiempo en una estación que en la otra.

Si hiciese eso, rompería el equilibrio, y como cualquier otro sistema, si se rompe el equilibrio se produce un caos.

De todas maneras, podría ser insignificante este caos para mi , comparándolo con haber hecho cambios en mi esencia.

En segundo lugar, de una manera parecida pero opuesta, a lo positivo le atribuyo muchos galardones sistemáticamente. Si encuentro ese momento en el que otorgué esos galardones, y lo someto a un nuevo juicio, también habría grandes variantes.

Pues bien... tras analizar mi definición de lo positivo y de lo negativo, he llegado a la conclusión de que todas mis creencias y mi mentalidad entera está en discordancia con mis ideas. Por lo cual no suscribo nada de lo que dije, lo que digo y lo que diré en una larga temporada hasta que se estabilicen mis conceptos. Incluyendo este mismo mensaje.

Pd: No merece la pena que ponga una postdata, ya que lo más probable es que sea falso todo lo que diga en ella (¡Dios!... que asco...)


viernes, 21 de diciembre de 2007

Programa defectuoso

No sé muy bien como abordar este tema...
Pero hay algo que tengo muy claro... sé por qué no sé cómo abordarlo...
Y es precisamente porque aunque quiero abordar el tema de una manera totalmente libre de tabúes y prejuicios, me es imposible, porque realmente en mi cerebro hay una serie de juicios que no han sido emitidos por mí, sino que ya estaban prejuzgados por unos viejos muy feos y me los instalaron en el cerebro en la más tierna infancia.

Dicho esto, solo comento:
Mirando hacia atrás, buscando respuestas para dilucidar confusiones internas personales, me ha parecido detectar una estrategia o un factor común en la educación de mis generaciones contiguas. Y he llegado a unas conclusiones bastante estúpidas desde el punto de vista que debería tener.
Tengo la sensación de que al nacer, la primera etapa de mi vida la guió la novedad que yo mismo suponía, para pasar posteriormente a dárseme rienda suelta hasta que aprenda bien a manejar mi cuerpo y despliegue del todo los sentidos.
Cuando esto ocurrió, se empezó a introducir mi programación. El sistema operativo con el que debería funcionar el resto de mi vida.
En la parte intensiva de esta carga de programa que tenía lugar en, clases de Religión, Iglesias, misas, etc., las palabras más oídas durante la descarga eran amor, paz, amistad...
Sin embargo cuando ya se me había descargado todo el programa, lo arranqué, lo puse en marcha y lo que comprendí directamente y a las claras fue:

¡Atención! Estás vigilado...
EL JEFE te está mirando, has hecho un pacto con él... acabas de comerte un sagrado trozo de su cuerpo.
Y no importa donde vayas... él está en todas partes.
Y si por tu falta de Fe, te despreocupas un poco del tema, los domingos vas a ir a contarle personalmente en la oscuridad a un señor muy mayor y muy feo, un resumen de tu comportamiento de esa semana.
A partir de ahora te vas a comportar según le parezca a ese señor.
Si lo que haces está bien... carece de importancia.
Si por el contrario lo que haces está mal según su criterio, te castigará y te pondrá una penitencia.

A lo largo de mi vida en las (no sé si muchas o pocas) relaciones que he tenido con el sector de profesionales de la programación humana (de distintas marcas de programas) he conocido gente que realmente creía estar haciendo el bien, y esa era su intención. Pero no comprendo cuál era la necesidad de imponerme un juez ajeno dentro de mí, cuando se me podría haber dejado desde el principio como mi propio juez. Y haber dedicado esa educación a adiestrarme como tal, de manera que cuando emitiera un veredicto propio sobre mi mismo, este sea un veredicto correcto.

Respecto a Dios, aquel que lo necesite, la idea más amable o deseable de un Dios, debería ser la que cada uno se forme. En vez de intentar todos asimilar un mismo Dios:

Varón en el otoño de su eternidad, blanco, rodeado de una paz ultravioleta y una eternidad vagando entre una divina y vacía claridad.
Alejado del rojo mal y de los sufrimientos físicos eternos que se supone que empezarían precisamente cuando perderíamos el físico.

El castigo lo veo claro, pero el premio ¿cuál es? ... ¿la ausencia del castigo? ...

Este tema está instalado en una parte tan profunda del cerebro, que seguro que habrá a quién le ofenda simplemente que se trate de este tema dudando de lo sensato de su existencia.
Por eso, como lo más lejano a mi intención es ofender a nadie, este tema simplemente lo abordo y sin ánimo de tirar la piedra y esconder la mano... hago mutis por el foro.